La expresión “cuesta un ojo de la cara” es de rancio abolengo en el idioma castellano. Anda por los quinientos años, pues nació en la época de la conquista española de las Américas. Pasó de comentario casual, hecho al calor de una conversación entre un monarca y un soldado, a tener un significado general, popularmente aceptado. A lo largo de todos estos siglos se ha utilizado para denotar algo que cuesta mucho sacrificio y trabajo lograr, o de manera alternativa, para referirnos a un bien precioso en riesgo de perderse como resultado de una acción.
Cualquiera de estos sentidos recoge bien el significado de la portada de la presente edición del Informe Estado de la Nación (2021). El país atraviesa uno de los períodos más difíciles de su historia moderna y los logros históricos en desarrollo humano, el más valioso activo con que cuenta la sociedad costarricense, se han debilitado. El golpe de la pandemia provocó una gran pérdida de empleos y empresas. Desnudó y amplificó los problemas que nuestra sociedad arrastraba desde tiempo atrás y enfrenta al país a complejas disyuntivas y a tiempos inciertos.
La portada, sin embargo, es mucho más que el ojo de una cara. El reborde de una mascarilla es una alusión clara a la época que este Informe le corresponde testimoniar, que ha estado decisivamente marcada por la pandemia. Una de las primeras afirmaciones que se efectúan en la edición 2021 es que “de la pandemia no se puede hablar en pasado y, menos, pensar que sus perjudiciales efectos han sido ya remediados, aunque algunos hayan sido parcialmente neutralizados”. Hemos colocado esta idea en la portada misma como un recordatorio de la disrupción económica y social que esta emergencia sanitaria ha producido. Quienes en algunos años consulten esta obra tendrán una señal precisa sobre este evento fundamental.
Un elemento central de la composición es la pupila resquebrajada. Es una imagen fuerte, que golpea y, por supuesto, un elemento surrealista dentro de una portada que a primera vista es literal. Plantea la metáfora de la pupila como un vidrio, un elemento inverosímil que trastorna la realidad. En cierta manera, es un recurso análogo al empleado por Salvador Dalí en su cuadro “La persistencia de la memoria”, en el que pintó relojes derretidos, como alegoría de la subjetividad del tiempo. Al igual que esa obra genial, pero sin reclamar ese genio, en esta portada un elemento objetivo de la materia se transforma y distorsiona para adquirir un significado distinto.
La metáfora es polisémica. Puede dar a entender que algo muy preciado se está deteriorando. Por ejemplo, los logros históricos del país en desarrollo humano, como lo mencioné arriba. También, puede sugerir descuido frente a lo importante. Desde esta perspectiva, haría alusión a la “ventana rota”, una teoría social sobre la integración de las comunidades y la seguridad ciudadana. Las ventanas rotas no solo representan abandono e indiferencia frente a los problemas, sino que dan lugar a las “zonas de nadie”, en las que campea la exclusión y la violencia social. Puede aludir, además, a la distorsión que los espejos resquebrajados producen en la mirada sobre la realidad, un tema que por cierto es problemático para la misión del Estado de la Nación de procurar entender el país que tenemos y pensar el país que queremos a partir de la mejor información disponible. Por cierto, no es del interés nuestro arbitrar sobre estas interpretaciones.
Termino presentando en chiquito la portada que no fue, pero que estuvo cerca de ser. Abajo pueden ver ustedes la imagen que quedó como finalista. En ella aparece el elemento de la ventana rota, explícito aquí, pero con un nuevo elemento: la indiferencia de las personas frente a lo desvencijado, cada una enfocada en sus propios asuntos y ajena a lo demás. Aunque la imagen es sugestiva, nos pareció que era más descriptiva y tenía menos fuerza que la que escogimos: la realidad actual, compleja y dura, ameritaba un pronunciamiento más fuerte que la simple descripción.
