Bibliografía
Inec. 2015. VI Censo Nacional Agropecuario (2014). San José, Instituto Nacional de Estadística y Censos.
PEN. 2016. Vigesimosegundo Informe Estado de la Nación. San José, Programa Estado de la Nación.
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Pese a los importantes logros ambientales, Costa Rica hace un uso insostenible de sus recursos naturales y del territorio que, medido por la huella ecológica (que compara la brecha entre el uso de los recursos que hace la población y la biocapacidad del territorio), evidencia la existencia de fuertes presiones que comprometen el equilibrio ecológico y ponen en riesgo la integridad del patrimonio natural.
Uno de los usos del territorio que más impacto tiene sobre la huella ecológica es el agropecuario. Si bien en las últimas cuatro décadas la superficie dedicada a esta actividad disminuyó significativamente, al pasar de 3.122.456 hectáreas en 1973 a 2.406.418 hectáreas en 2014, y su participación en la economía nacional se redujo, no se han incorporado criterios de sostenibilidad en su gestión y, por el contrario, sus efectos ambientales parecen ser crecientes: contaminación de cuerpos de agua, erosión del suelo, elevada generación de gases efecto invernadero (segundo mayor contribuyente de emisiones contaminantes).
El Programa Estado de la Nación elaboró un índice agregado que valora la incorporación de prácticas sostenibles o amigables con el ambiente, a partir de los datos recopilados por el VI Censo Nacional Agropecuario (2014). El Censo incluyó preguntas en torno a cerca de 35 variables relacionadas con las prácticas productivas sostenibles. Este índice toma las respuestas y asigna una calificación en una escala de 1 a 10, en la que 10 representa la mayor presencia y uso de ese tipo de prácticas (los detalles técnicos, indicadores y metodología se pueden consultar en el Anexo Metodológico del Vigesimosegundo Informe Estado de la Nación). “El principal hallazgo es que la apuesta por estas prácticas no es la que tiene más peso en la mayoría de las fincas agropecuarias y tipos de cultivos” (PEN, 2016). Así, por ejemplo, del total de actividades presentes el 86,1% no trata las aguas.
Según este índice las fincas con prácticas más sostenibles son aquellas que se dedican principalmente a la cría de cabras u ovejas (con una calificación promedio de 4,6 en una escala de 1 a 10), le siguen el café, algunas hortalizas, las plantas ornamentales y la caña de azúcar. Por su parte, las fincas que dedican una porción importante de sus hectáreas al cultivo de granos básicos y tiquizque realizan en promedio menos acciones sostenibles (2,6 y 3,1, respectivamente). La plantación de pastos, que es la actividad que ocupa más suelo agropecuario (1.044.909 hectáreas en 2014), figura entre las cinco con una menor incorporación de este tipo de prácticas.
Si se analizan los resultados según el destino de la producción, la evidencia sugiere que esta variable no determina la presencia de prácticas amigables, pues en general las fincas exhiben puntuaciones bajas aún en aquellos casos en los que se supera el promedio (3,8). Entre los cultivos agrícolas los que se comercializan en el mercado local son las que reportan esquemas menos sostenibles. Por el contrario, los cultivos para el autoconsumo registran mejores prácticas. En el caso de la ganadería, la producción porcina para autoconsumo es la que tiene una menor integración de prácticas sostenibles (3,5; gráfico 1).
El índice también permite realizar una aproximación por cantones. Los resultados muestran que en términos generales todos exhiben valores bajos (menores a 6). Con el fin de resumir esta información, se clasificaron los cantones en tres grupos del mismo tamaño, en función del puntaje que obtuvieron. En el primer caso se ubican cantones que en su mayoría pertenecen al Valle Central, que tienen un índice de desarrollo humano medio alto (cerca de la mitad) y que registran puntajes en un rango entre 4,0 y 5,8. Además, un número considerable de estos tiene como actividad principal el cultivo de café y concentran un 29,2% del total de fincas (93.017).
En el segundo grupo están cantones que muestran una mayor diversidad productiva, aunque el café sigue siendo la principal actividad del 44,4%. Estas localidades también se caracterizan por sus niveles medios de desarrollo humano (más de la mitad) y por pertenecer al Valle Central (aunque en una menor proporción). Y reúnen el 36,2% de las fincas agropecuarias. Las calificaciones se mueven en una escala entre 3,6 y 3,9. Cabe mencionar que solo ocho cantones superan la media.
En la tercera categoría se identifican cantones que se dedican fundamentalmente a la producción de ganado vacuno y que se localizan en zonas rurales y costeras. En conjunto estos agrupan el 35,5% de las fincas. Los valores promedio rondan entre 2,5 y 3,6. Es importante indicar que, a lo interno de cada cantón, la situación varía mucho. Por último, el 60% de estos cantones tiene niveles medio altos de desarrollo humano. En este aspecto no se observan diferencias sustantivas entre grupos.
En suma, los diez cantones con prácticas más sostenibles se ubican en la región Central donde se localiza gran parte de la población y cerca de mercados activos. No obstante, solo representan el 2,4% del territorio agropecuario. Por el contrario, los promedios más bajos se encontraron en Santa Cruz, Liberia, La Cruz, Carillo y Nicoya (gráfico 2) cantones fronterizos, costeros y rurales.
Bibliografía
Inec. 2015. VI Censo Nacional Agropecuario (2014). San José, Instituto Nacional de Estadística y Censos.
PEN. 2016. Vigesimosegundo Informe Estado de la Nación. San José, Programa Estado de la Nación.