¿Qué factores están asociados a los desastres en Centroamérica y República Dominicana?
Centroamérica y República Dominicana poseen un conjunto de condiciones como la confluencia de varias placas tectónicas importantes, múltiples sistemas de fallas locales y una bipolaridad climática que generan frecuentemente fenómenos como terremotos, erupciones volcánicas, sequías e inundaciones, todos ellos eventos generadores de desastres (Lavell, 1993).
Además, la región también es señalada como una de las regiones más vulnerables del mundo a sufrir los impactos del cambio climático, lo que agudiza los altos niveles de riesgo a desastres que ha tenido históricamente.
A ello se suman factores antrópicos[1], como la deforestación extensiva, la destrucción de cuencas hidrográficas y altos niveles de degradación ambiental general, que aumentan las amenazas y la vulnerabilidad.
Finalmente, la situación socioeconómica de la región genera una exposición creciente de la población a los desastres. Tal como lo plantea el capítulo 4 del Sexto Informe Estado de la Región (PEN, 2021), seis de cada diez habitantes de la región afirmaban a inicios del año 2021 tener dificultades socioeconómicas y disponer de insuficientes ingresos para vivir. Esta situación restringe el acceso a los bienes y servicios básicos para su desarrollo integral, limita la calidad de la vivienda y la inversión en reducción de riesgos, y contribuye a que las amenazas se tornen en desastres con especial efecto sobre este tipo de personas y hogares.
En síntesis, los desastres en Centroamérica y República Dominicana tienen un origen multifactorial. Por lo tanto, para analizar todos los elementos que están asociados o determinan su incidencia requeriría realizar estudios detallados en los territorios sobre las amenazas socionaturales y su contexto físico, desde una perspectiva de la construcción social de riesgos, que integra amenazas, condiciones y procesos sociales juntos.
Como aproximación, el Sexto Informe Estado de la Región (2021) realizó un estudio exploratorio y tomó en cuenta cuatro variables que son relevantes aunque sin abarcar todas las posibles aristas; en especial las de tipo socioeconómico y las enfocadas en las políticas territoriales y urbanas de la región. Las variables analizadas fueron: precipitación, relieve/altitud, población y uso del suelo.
Algunos de los principales hallazgos identificados fueron, por ejemplo, que 7 de cada 10 registros de desastres se encuentran por debajo de los 1.000 m s. n. m. lo que está relacionado con las altas concentraciones de población que existen por debajo de dicha altitud, aunque dos de las principales áreas metropolitanas de la región (Ciudad de Guatemala y San José) se ubican por encima de ese nivel (Muñoz, 2021).
De hecho, la mayoría de los territorios críticos por incidencia de los desastres coinciden con zonas de densidad de población media o alta (76 o más habitantes por km2), situación que se intensifica en las capitales y las ciudades más importantes.
Además, el 54% de las sequías se presentan en los meses de marzo y abril, mientras que los superávits de precipitación, que suelen suceder en octubre y noviembre, concentran la mayor parte de las inundaciones y deslizamientos.
Aunque esto varía un poco de acuerdo con la presencia de los fenómenos de El Niño y La Niña, lo cierto es que durante estos cuatro meses es cuando se produce la mayor parte de eventos y por lo tanto ello debería considerarse en la programación de las acciones de prevención y mitigación del riesgo y la vulnerabilidad.
Finalmente, se identificó un importante traslape entre la incidencia de desastres y la actividad productiva agrícola y algunas áreas de bosque están también en zonas con alta incidencia de eventos. En materia de uso urbano, destaca un claro traslape con las áreas de alta incidencia de deslizamientos, coherente con la presencia de poblaciones excluidas que viven en zonas de ladera u orillas de ríos, sin las condiciones de vivienda e infraestructura adecuadas (Muñoz, 2021).
Si bien la investigación realizada para el Sexto Informe Estado de la Región (2021) permite darle precisión espacial al tema del riesgo, a partir del mapeo de la incidencia de los desastres y su relación con variables territoriales seleccionadas en el largo plazo, es importante continuar avanzando en la producción de información actualizada e investigaciones de campo para entender la relación entre las condiciones físicas y territoriales y la construcción social de riesgo que vive la población, los medios de vida y la infraestructura sobre la cual impactan los desastres.
Aunque el impacto constante de los desastres puede ser de conocimiento general, la visión territorial permite un acercamiento más preciso para la medición de impactos económicos y sociales, y puede contribuir a priorizar las políticas públicas de gestión del riesgo, sobre todo las preventivas y de alerta temprana, en aquellos territorios que concentran la incidencia de desastres.
El Informe también destaca oportunidades para la política pública y la acción regional. En una región con grandes carencias y necesidades de inversión en infraestructura pública, residencial y productiva, mitigar el riesgo y vulnerabilidad es fundamental para minimizar las pérdidas humanas, económicas y sociales que recurrentemente afectan a las familias, las comunidades y los Estados año tras año. Este hecho es en especial relevante a la luz de los escenarios de cambio climático para la región.
Bibliografía
Lavell, A. 1993. Prevención y Mitigación de desastres en Centroamérica y Panamá: una tarea pendiente. Desastres y Sociedad 1: 18-34, jul.-dic. 1993.
Muñoz Jiménez, R. 2021. Dinámicas territoriales del clima y los desastres en Centroamérica (1950-2019). Investigación elaborada como insumo para el Sexto Informe Estado de la Región (2021). San José, Programa Estado de la Nación.
Programa Estado de la Nación. 2021. Sexto Informe Estado de la Región. San José, PEN.
[1] Asociados o generados por las actividades humana.