Pandemia y ambiente: riesgos y oportunidades para un debate sobre la crisis
Karen Chacón y Leonardo Merino[1]
El ambiente es un tema central para el análisis de los efectos que tiene la pandemia por covid-19 sobre el desarrollo humano. Por un lado, personas expertas señalan que algunos elementos trastocados en la relación entre ser humano y naturaleza son parte de las causas de la emergencia sanitaria. Pero también, lo ambiental es un campo afectado, tanto por la atención del problema de contagios como por las decisiones que se tomen para salir de la crisis.
El pasado lunes 7 de junio el Programa Estado de la Nación realizó el conversatorio “Pandemia y ambiente”, que exploró desde la visión de diversos sectores los riesgos y las oportunidades que esta coyuntura pandémica genera para la sostenibilidad ambiental. Este blog sintetiza (en la interpretación de su autor y autora) lo planteado en esa discusión, en la cual participaron: Andrea Meza Murillo, Ministra de Ambiente y Energía; Karen Chacón Araya, Investigadora principal del capítulo ambiental del Informe Estado de la Nación; Carlos Faerron Guzmán, Director asociado de la Planetary Health Alliance; Alejandra Porras Rozas, Vicepresidenta de COECOceiba-Amigos de la Tierra y Mario Peña, Coordinador de la Maestría en Derecho Ambiental de la Universidad de Costa Rica. Para conocer el detalle y los aportes de las personas participantes, les invitamos a observar la grabación en https://fb.watch/62EG-G_xMV/
Hay claros riesgos ambientales de una “mala salida” de la crisis
En las participaciones del conversatorio, un aspecto planteado fue que la situación económica y el poco margen fiscal favorecen la propuesta de soluciones perjudiciales para el ambiente. Las presiones por una recuperación rápida y sin trabas ya han puesto en la mesa temas delicados: la minería a cielo abierto (hay proyectos de ley en ese sentido), la explotación de hidrocarburos, una mayor expansión de cultivos de alto impacto -como la piña o la palma aceitera-, la pesca de arrastre o presiones sobre el recurso forestal. Hay un riesgo claro, en una situación económica que ya mostraba poca sostenibilidad, de que la crisis derivada de la pandemia estimule el discurso del extractivismo como paradigma y estrategia.
No solo desde sectores productivos pueden venir las presiones. La pobreza, exacerbada por la crisis actual, también empuja. No porque las personas en esta condición amenacen el ambiente por sí mismas, sino porque la supervivencia impulse circunstancialmente prácticas poco favorables para la naturaleza, en vez de soluciones colectivas y sostenibles con apoyo social y político. Esto se complica porque los sectores sociales menos beneficiados, sus comunidades y sus organizaciones suelen tener nula o escasa voz y poca influencia en las decisiones sobre la estrategia productiva del país en una situación como la actual, en comparación con grandes sectores económicos, pese a que suelen pagar un mayor precio de las crisis.
También se plantearon riesgos en materia jurídica. Por un lado, en la posibilidad de aumentar la vulneración de derechos humanos relacionados con el ambiente, como el derecho a la salud, al agua, a la seguridad alimentaria, a la tierra, a la participación y otros. Esto golpea particularmente a poblaciones vulnerables -entre ellas muy notoriamente a las mujeres o personas mayores-. Pero además, también cabe dar alta relevancia a la protección de quienes defienden los derechos humanos y del ambiente, que ante estas presiones pueden aumentar la persecución y amenaza que viven y que ya se ha registrado en varios países y Costa Rica.
También preocupa la tentación de relajar los requisitos ambientales, bajo el argumento de que limiten la reactivación económica. Esto se une con la discusión sobre actividades extractivas mencionadas arriba y con la ya débil regulación real del crecimiento urbano o de los impactos ambientales de actividades ya establecidas. Ante un discurso anti-regulación, es importante reiterar que, más bien, el cumplimiento de principios básicos de la normativa ambiental (como la no regresión o la precaución) probablemente podría evitar una crisis como la actual u otras futuras.
Lo anterior se complica con la reducción de las capacidades públicas para el control y la fiscalización, con una baja del presupuesto en este campo que ya se registró. Si esto se amplía en otros sectores, como la academia y organizaciones nacionales e internacionales de investigación, podrían también bajar los recursos para generar conocimiento técnico y científico, clave en este momento para la toma de decisiones.
Detrás de todos estos riesgos se evidencia un problema estructural y que no es nuevo: el débil lugar del ambiente en la agenda del desarrollo humano. La pandemia y la crisis han visto expresiones sobre “el ambiente como obstáculo para el desarrollo”, sin reconocer sus grandes aportes, no solo a la vida misma, sino incluso a la economía e imagen del país a nivel internacional. Para las personas que participaron en el foro, el debate sobre la estrategia post-pandemia debe superar esa narrativa. Esta crisis requiere, necesariamente, revisar también las otras crisis que le acompañan, y que también generan enfermedad, pobreza y muertes, como la crisis climática. El cambio que venga no puede ser coyuntural o solo enfocado en lo económico; necesita de una visión transformadora del sistema que coloque lo ambiental en un lugar prioritario.
Las lecciones aprendidas dan material para actuar en favor de la sostenibilidad
Como toda crisis, la pandemia ha generado aprendizajes relevantes. Sin duda, la situación actual permite una discusión sobre cómo ampliar el vínculo entre salud y ambiente, y la interdependencia entre salud humana, salud animal y salud ambiental, como condiciones para una economía sana también (como plantea el enfoque One Planet-One Health de Naciones Unidas). En el foro se planteó la pandemia como efecto de una ruptura entre el ser humano y la naturaleza, impulsada por el comercio de vida silvestre, y enmarcada por otras crisis globales. Por eso, un enfoque de prevención en materia de ambiente y salud es clave para detectar y evitar futuras pandemias. Y además, implica la reducción de la vulnerabilidad en la población: el hacinamiento, limitaciones en acceso agua potable, el desorden territorial, la alta densidad urbana combinada con problemas socioeconómicos que empujan a la informalidad laboral, son riesgos sistémicos que favorecieron el impacto de los contagios, al igual que lo hacen con la incidencia de otras emergencias.
Toda crisis permite revisar patrones en materia de consumo, y la pandemia pareciera reactivar -por sus impactos económicos y sociales- iniciativas de mercados locales, comercio justo, prácticas de consumo y producción sostenible y otros aspectos con visión alternativa. Sin duda, uno de los campos en el que se tienen lecciones aprendidas es el de transformar los hábitos de transporte y movilidad. Puede consolidarse, por ejemplo, el teletrabajo, que en conjunto con las restricciones sanitarias conllevó –temporalmente- un menor consumo de combustibles y menor contaminación atmosférica. Esto puede empujar el cambio que todavía no toma vuelo en cuanto a transición energética, y estimular formas limpias de movilidad.
Las apuestas para reactivación económica deben incluir lo ambiental, no tomarlo como obstáculo. Se deben priorizar proyectos que permitan generar empleo en los distintos territorios según sus particularidades, y buscar inversiones que permitan eso sin atentar contra objetivos ambientales; más bien, que incluyan esfuerzos de restauración de ecosistemas, soluciones basadas en la naturaleza o cambios a tecnologías más limpias, hoy rentables. A nivel nacional, también cabe impulsar los grandes proyectos con impacto ambiental positivo, que pueden dar empleo sin descuidar el objetivo de sostenibilidad económica y ambiental; por ejemplo, infraestructura de transporte público masivo y limpio.
El país tiene buen material y aprendizajes para salir de esta crisis con una línea más “verde” en materia productiva. Existe tecnología, recurso humano e incluso interés de algunos sectores privados para ir en esta dirección. A nivel mundial, las organizaciones privadas de financiamiento también se han pronunciado por una recuperación económica post-pandemia que se aleje de las energías contaminantes e impulse la economía circular, por ejemplo. Costa Rica tiene una imagen importante en ese escenario mundial, para aprovechar esas oportunidades, innovar y cumplir sus compromisos firmados vinculantes, en el marco por ejemplo del Acuerdo de París, la entrada a la OCDE o el aun no ratificado Acuerdo de Escazú.
En el plano legal, las presiones contra la regulación dan una oportunidad para plantear, más bien, cómo hacerlo mejor. Como plantea el experto Jorge Cabrera Medaglia[2], debemos “proteger sin entrabar, y simplificar sin desproteger”. En ese sentido, el país no debe poner los avances (consolidados o pendientes) en normativa en una “pausa” o regresión. Más bien, todos aquellos que permitan cumplir objetivos de desarrollo con sostenibilidad son relevantes y serán clave para una transición ambientalmente justa y eficiente hacia otra economía post-crisis.
Es momento de una revisión de elementos estructurales que no solo derivan de esta crisis sino que la potenciaron. Se deben poner los objetivos ambientales como aspectos transversales en las políticas económicas y sectoriales, y que permitan darles carácter de políticas de Estado. Vendrán debates en los cuales las acciones transformadoras serán la clave para afrontar la era post-pandemia: una reforma fiscal verde, el cuido de los recursos naturales, la protección de los derechos humanos –en especial en las poblaciones vulnerables- y la resiliencia de los territorios y comunidades. Es una oportunidad para poner límites a los patrones negativos de consumo y producción. Se trata de salir de la pandemia en un marco de transición hacia otro tipo de economía y relación con la naturaleza: bajo la lógica de justicia ambiental La justicia ecológica (intra-generacional, inter-generacional e inter-especies) y un vínculo entre esta y el crecimiento con equidad social.
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[1] Se agradecen la lectura y comentarios de Mario Peña, Vladimir González, Evelyn Villarreal, Susan Rodríguez y Jorge Vargas-Cullell.
[2] Tomado de https://www.nacion.com/opinion/columnistas/pagina-quince-el-peligro-de-regresion-en-materia/CVMACCVLS5EL5CQHBJJT43IG5I/story/