Nuevas dinámicas del corredor migratorio de Centroamérica y República Dominicana
La región CARD (Centroamérica y República Dominicana) está experimentando una transformación notable en su papel en materia de migraciones, especialmente debido al nuevo perfil de personas que atraviesan su territorio, sus expectativas de estadía y los desafíos que esto plantea para los sistemas de atención y protección a nivel nacional y regional. Históricamente, la mayoría de los países de Centroamérica han sido lugares de emigración, mientras que Panamá y Costa Rica se han destacado como destinos receptores y República Dominicana ha sido una zona en la que coexisten ambos tipos de flujos. Desde 2015, la región ha presenciado cambios significativos: en primer lugar, se han registrado cada vez más migraciones de mujeres y menores de edad no acompañados (tradicionalmente dominadas por hombres solos), seguido por grupos masivos y, finalmente, desplazamientos forzados debido a la violencia y la persecución política. Además, la región también alberga migraciones laborales, de paso, personas refugiadas y solicitantes de asilo. Aunque durante la pandemia de COVID-19 hubo una marcada disminución en estos movimientos, los flujos migratorios han vuelto a crecer significativamente en los últimos tres años.
Esta región también se ha convertido en una ruta importante para las personas que emprenden su viaje desde Sudamérica, e incluso desde otras latitudes y continentes, hacia Estados Unidos. La dinámica asociada es de “región de tránsito”, lo cual ha impulsado la heterogeneidad de la población migrante: personas de todas las edades, géneros, nacionalidades y diversas situaciones que motivan la movilidad. Por otro lado, las condiciones económicas y sociales en las que estas personas realizan el viaje han empeorado (Feldman y Sturino, 2024), lo que requiere más y mejores herramientas para atender a la población migrante y gestionar dichas condiciones en los países por los que transitan.
En el caso de Panamá, según Feldman y Sturino (2024), desde el 2021 se ha experimentado un cambio radical en su papel dentro del sistema migratorio continental. Las presiones migratorias en Sudamérica derivadas de las crisis locales y la “puerta abierta” con Colombia han hecho que la región del Darién se convierta en una especie de “paso obligado” para quienes sueñan con llegar a los Estados Unidos. El número de migrantes que atraviesan el país ha crecido significativamente, de 30.000 a más de 520.000 entre 2019 y 2023, siendo el más grande el de personas que provienen de Venezuela (gráfico 1).
Gráfico 1
Tránsito de personas por el Estrecho del Darién, según país origen. 2019-2023
*Hijos e hijas de personas con ciudadanía haitiana de origen chileno. ** Hijos e hijas de personas con ciudadanía haitiana de origen brasileño.
Fuente: Elaboración propia con datos del Servicio de Migración Panameño (Feldman y Sturino, 2024).
Este flujo masivo de personas ha traído consigo nuevos desafíos, tanto para Panamá como zona de paso como para las propias personas migrantes. Aunque la mayoría son hombres adultos, como se dijo anteriormente también hay cada vez más mujeres, niños y niñas que se aventuran en este peligroso viaje en busca de oportunidades y una vida mejor. El camino a través del Darién, con su selva densa, es una de las regiones más húmedas e inhóspitas del planeta, poniendo en gran riesgo a quienes sueñan con llegar al país del norte. En este trayecto, se enfrentan a enfermedades tropicales, lesiones musculoesqueléticas, enfermedades respiratorias, violencia y extorsión por parte de bandas criminales, violencia sexual y condiciones muy precarias en el trayecto y a su arribo en comunidades como Bajo Chiquito y Lajas Blancas. Reciben algo de ayuda de organizaciones como la Cruz Roja Panameña, organismos internacionales y varias ONG. Sin embargo, los centros de acogida están en niveles máximos de capacidad, y con limitadas posibilidades de atender todas las necesidades, lo que genera situaciones muy complicadas, inclusive crisis humanitarias.
Las dinámicas de la movilidad por el Darién evidencian que la región pasó de tener sistemas migratorios relativamente independientes a ser parte de sistemas interconectados, no solo entre los países de Latinoamérica y el Caribe sino también con los de otros continentes.
¿Y qué hay detrás de este aumento en el flujo de migrantes en el corredor migratorio? Feldman y Sturino (2024) enfatizan que no hay una sola causa. Las crisis internas en países como Venezuela y Haití, y las percepciones o expectativas equivocadas sobre políticas migratorias más flexibles durante la Administración Biden, son solo algunas de las razones detrás de este crecimiento. Ante esta situación, los autores plantean que Panamá ha optado por una postura pragmática. En el caso de la migración que busca establecerse en el país, se han reducido las regularizaciones, también han implementado nuevas medidas como el permiso temporal de protección, que permite a las personas migrantes trabajar y residir en el país durante hasta dos años. Por otro lado, también están las migraciones en tránsito, y con estas se presentan nuevos retos para los países receptores y para las personas migrantes mismas. En medio de todo esto, la solidaridad y la cooperación internacional son clave para gestionar la atención, la protección y la ayuda humanitaria de manera más integral y colaborativa, siempre reconociendo la dignidad y los derechos de todas las personas migrantes y refugiadas.
Referencia:
Feldman, A. y Sturino, A. 2024. La Evolución de los Flujos Internacionales de Migración en Centroamérica. PEN, Conare. https://bit.ly/3XiKXpA