El día internacional de la mujer, cada 8 de marzo, nos da la oportunidad de evaluar los avances y rezagos en la aspiración de igualdad de género en Costa Rica. El Informe Estado de la Nación 2018 profundizó en el análisis de las brechas en el mercado de trabajo. El principal hallazgo es que en Costa Rica las mujeres enfrentan una triple barrera: de inserción (es decir, de participar en la fuerza de trabajo), de selección (se refiere a obtener un empleo de calidad) y de valoración (que se manifiesta en la brecha salarial). Aunque posean alta calificación, sufren con mayor frecuencia problemas de desempleo, subempleo, remuneraciones discriminatorias y patrones de segmentación ocupacional, que afectan sus derechos y oportunidades. Esos obstáculos no solo las perjudican a ellas y a sus familias, sino que llevan al país a desaprovechar el potencial de la mitad de su población.
1) Barreras de inserción: para empezar, hoy en día la tasa de participación laboral femenina, -es decir, el porcentaje de mujeres que forman parte de la fuerza de trabajo- se mantiene estancada, luego del dinamismo que mostró en la década de los noventa, al aumentar de un 32% en 1990 a un 44% en el 2005, desde entonces no registra crecimientos. Esto significa que menos de la mitad de las mujeres en edades para trabajar tienen un empleo o están buscando uno. En los hombres participan dos terceras partes, lo cual revela una amplia brecha de género de casi 30 puntos porcentuales. En el contexto internacional, según muestra el gráfico 1, la cifra de Costa Rica (45%) es la cuarta más baja en América Latina y está por debajo del promedio mundial (54%) y de los países de la Unión Europea (68%).
Morales y Segura (2018)[i] determinaron cuáles factores de tipo demográfico y socioeconómico inciden en que una persona se integre o no a la fuerza de trabajo. La oportunidad de insertarse para una mujer profesional es el doble de la que tiene otra que solo completó la educación secundaria y 4,4 veces mayor que la de una que apenas logró terminar la primaria. La maternidad también incide: una mujer sin hijos tiene 1,2 veces más oportunidades que la que tiene un hijo y 1,6 veces más que una madre de tres. Otros factores que incrementan la participación es cuando la mujer es la jefa del hogar (sobretodo si la familia es monoparental, es decir, madres sin pareja), cuando en el hogar viven otras mujeres mayores de edad, o si la mujer reside en zonas urbanas o en la región Central.
Morales y Segura (2018) también realizaron unos ejercicios de simulación para calcular el impacto que tendría, sobre el bienestar de los hogares y del país, el ingreso promedio que percibirían las personas al insertase en el mercado laboral[ii]. Los resultados revelan que si las mujeres que están desocupadas o fuera de la fuerza de trabajo obtuvieran un empleo, la pobreza total se podría reducir casi a la mitad, lo cual tendría efectos positivos en el crecimiento económico, que podrían acompañarse de mejoras en la productividad, debido al mejor perfil educativo que tienen las mujeres con respecto a los hombres (Morales y Segura, 2018).
2) Barreras de selección: una vez que las mujeres deciden participar en la fuerza de trabajo, enfrentan una segunda barrera, la cual es obtener un empleo de calidad. En los últimos años la economía costarricense está generando pocas oportunidades de nuevos puestos, con el agravante de que la distribución es bastante desigual, en perjuicio de las mujeres, especialmente las jóvenes, las que tienen baja escolaridad y las que residen en zonas rurales.
El gráfico 2 muestra que el perfil educativo de las mujeres es más favorable: un 34% posee educación superior versus un 21% de los hombres. Entre ellos el nivel predominante es primaria o menos (40%). También se observa mayor segmentación (o segregación) del empleo femenino por ramas de actividad, pues ellas se concentran sobre todo en los servicios, tales como enseñanza, salud, servicio doméstico, administrativos o de comercio. No obstante, aunque posean más logro educativo, les cuesta más conseguir un empleo, y cuando lo hacen, se ven más afectadas por los problemas de subempleo y la informalidad.
3) Barreras de valoración: si las mujeres deciden participar en el mercado laboral y consiguen un empleo, la tercera barrera que enfrentan es recibir una remuneración justa y paritaria en comparación con los hombres. Solórzano (2018)[iii] estimó la magnitud de la brecha de ingresos que no se explica por diferencias en las características de las personas y, por tanto, puede atribuirse a discriminación salarial. El principal resultado es que, en ausencia de ese fenómeno, las mujeres deberían percibir remuneraciones superiores a las de los hombres, dada su mejor calificación.
En suma, estas barreras de género se deben a factores culturales, que valoran de manera diferenciada los roles de mujeres y hombres en los distintos ámbitos de interacción y reproducen estereotipos. Un ejemplo es la injusta distribución de las obligaciones domésticas, pues las mujeres siguen siendo las principales encargadas de realizar tareas como el cuido de personas y las labores del hogar, que no son remuneradas. En este sentido, es importante consolidar una red de cuido con enfoque universal, de alta cobertura y calidad, de modo que tener hijos no limite las posibilidades de las mujeres de trabajar remuneradamente, y en la que también se beneficie a la primera infancia, sin importar el nivel de ingresos del hogar.
Se pretende que estos hallazgos sirvan de insumo para avanzar en la aspiración de que mujeres y hombres, en igualdad de condiciones y oportunidades, ejerzan plenamente sus derechos, materialicen su potencial, se beneficien y contribuyan al desarrollo nacional.
[i] Morales, N. y Segura, R. 2018. Barreras de acceso al mercado laboral y predicción de movilidad laboral entre sectores económicos con enfoque de género. Ponencia preparada para el Informe Estado de la Nación 2018. San José: Programa Estado de la Nación.
[ii] Primero se realizaron las predicciones de las actividades económicas a las que podrían incorporarse las personas que actualmente están fuera del mercado, o que buscan empleo y no lo consiguen, con base en sus características sociodemográficas (por ejemplo la edad, nivel educativo, zona y región, entre otras). Luego se les asignó el ingreso promedio que perciben las personas que ya trabajan en dichas actividades. Con estos ingresos se recalculó la condición de pobreza en el hogar y se midió el impacto que tendría el empleo en la pobreza nacional (Morales y Segura, 2018).
[iii] Solórzano, A. 2018. Discriminación salarial por motivo de género en Costa Rica. Ponencia preparada para el Informe Estado de la Nación 2018. San José: PEN.