Un gesto dice más que mil palabras: la portada del Octavo Informe del Estado de la Educación 2021 es simple y directa al punto. Encarna a la niñez costarricense gritando fuertemente, clamando a las personas adultas con desesperación, para que escuchen y no sean indiferentes a sus necesidades. Es el gesto de una persona cansada, que podría ser cualquiera de nuestros hijos, hijas u otros familiares. No nos interesa el rostro en particular, que podría ser el rostro de cualquiera ante una situación desesperada; aquí interesa el grito.
¿Por qué un grito? ¿Por qué ese gesto?
Con el grito quisimos poner el foco en las personas estudiantes, las principales perdedoras de la crisis educativa que en la actualidad vive el país. Esta crisis es producto de los rezagos históricos acumulados en educación; los efectos provocados por la pandemia y las rigideces del sistema. Lo cierto es que la conjugación de estos factores ha generado “un apagón educativo”: interrupciones continuas del ciclo lectivo en los últimos cuatro años, aprendizajes recortados en materias claves y el surgimiento de una nueva forma de exclusión educativa.
Ese apagón ha reducido la calidad de la educación que recibe la población estudiantil en nuestro país y ha profundizado las desigualdades entre quienes provienen de hogares con mayores recursos y aquellas personas de hogares en desventaja social. De no resolverse pronto -de no atenderse el grito- esta crisis no solo afectará el desarrollo futuro de Costa Rica, sino que, por tener millones de rostros, afectará las vidas, historias, esperanzas y oportunidades de cientos de miles de niños, niñas y adolescentes.
La pandemia cayó como un meteorito que dejó en evidencia los problemas que arrastrábamos y agregó nuevas dificultades; nos mostró lo que no estábamos haciendo, pero también que éramos capaces de cambiar. Hoy el país no puede volver atrás. La situación es de tal complejidad y magnitud que necesitamos avanzar y un gran Acuerdo Nacional para la Educación es un punto de partida que permitiría diseñar un plan con una Hoja de Ruta Estratégica, que trascienda cambios de gobierno, defina asuntos concretos a resolver, que diga cómo se hará, cuál será el compromiso de los actores y cuáles los mecanismos para evaluar lo que se cumple o no.
Estamos en una coyuntura oportuna. He ahí la oportunidad del grito como llamado de atención, como denuncia. En los próximos meses la ciudadanía costarricense elegirá un nuevo gobierno. Es vital que esa ciudadanía demande a los partidos políticos que la educación sea un tema central en sus programas y que quienes asuman las jerarquías del Estado no lleguen a improvisar soluciones. Todos los sectores tienen hoy una responsabilidad histórica para con las nuevas generaciones, quienes han sido las grandes perdedoras del apagón educativo. Esto es, precisamente, el mensaje de la portada del Informe.
No podemos olvidar que las personas estudiantes son la razón de ser del sistema educativo. Un plan para atender el apagón educativo, con una hoja de ruta estratégica, puede dar voz a quienes necesitan ser escuchados, para remediar la inacción que posterga por años soluciones a problemas ampliamente documentados por el Estado de la Educación.
Es por eso que el gesto es el foco de la portada, un ¡Basta ya! que resume el gran reto de una época: un basta de anteponer los intereses particulares de los sectores a los derechos de la niñez; de postergar soluciones por largo tiempo cuando hay urgencia y propuestas concretas en la mesa. Un basta de dejar solas a las familias en sus casas y al personal docente en las aulas cuando necesitan acompañamiento.
De cara al futuro, no hay que olvidar que sin una educación de calidad la desigualdad se profundiza, la democracia languidece y sin ella el futuro es poco promisorio.