Leer es una habilidad clave para potenciar el aprendizaje y el desarrollo individual y social de las personas. No ocurre de manera espontánea, al contrario, es un proceso continuo y sostenido que requiere acompañamiento lúdico y sistemático, para que pueda mantenerse como un hábito a lo largo de la vida. El sistema educativo está llamado a generar las condiciones para alcanzar este objetivo, pero, sobre todo, a hacer de la lectura una actividad atractiva y una práctica diaria. El país necesita ciudadanos críticos y comprometidos, la lectura es una de las principales herramientas para lograrlo.
La lectura y la escritura son tareas complementarias. Su desarrollo requiere tiempo y esfuerzo, pues involucra varias zonas del cerebro humano. Para poder leer, el cerebro “recicla” regiones dedicadas a otras funciones (ver, hablar, memorizar, recordar) y las coordina para identificar la forma de las letras, agruparlas en palabras, reproducir sus sonidos y entender su significado. Los avances de las neurociencias han contribuido a mostrar la complejidad de esta tarea y, sobre todo, la capacidad que tienen todas las personas de aprenderla.
Por sus características, la lectura requiere una enseñanza deliberada e intencionada y la educación preescolar se vuelve fundamental. El proceso se inicia desde que nacemos y se desarrolla por etapas, que se suman a la anterior y se complejizan conforme avanzan (figura 1). Las primeras fases (0 y 1) son especialmente relevantes, pues impulsan habilidades de reconocimiento de letras y palabras, segmentación e identificación de sonidos, conciencia de lo que es un libro y sus distintas partes y la focalización de la atención de los niños para las tareas de lectura. Cuando estas habilidades logran ser automatizadas, los lectores pueden concentrarse en tareas más demandantes de compresión, abstracción, predicción y relación (etapa 3 en adelante).
Es en la primera infancia que se da el primer acercamiento el desarrollo de la lectoescritura. En este periodo se sientan las bases para avanzar con celeridad y determinación a etapas posteriores. Para potenciar su éxito, debe ocurrir en ambientes de calidad, donde los niños cuenten con espacios tranquilos y confortables para la lectura, equipados con libros y materiales de escritura, además de contar con la estimulación de adultos que se encarguen de leerles, hacerles preguntas, elaborar rimas, cantar canciones, entre otros.
Esta suma de elementos debería encontrarse en el hogar, pero no siempre sucede, pues no todas las familias cuentan con los recursos materiales o educativos para ello. En estos casos la escuela tiene el papel fundamental de generar ambientes adecuados y compensar la falta de los mismos en el hogar. No obstante, los resultados del Sexto Informe del Estado de la Educación, revelan deficiencias en aulas de preescolar en cuanto a la disponibilidad de espacios dedicados a la lectura individual y libros de temas variados. Lo más preocupante es la falta de rutinas de lectura: los niños leen poco y por poco tiempo. En una muestra de 184 grupos de Transición (niños entre 5 y 6 años) se logró constatar que sólo en un 36% se realizó un ejercicio de lectura en voz alta y este se extendió por apenas 7 minutos, en promedio (PEN, 2017).
En este escenario, la población infantil tiene poco acceso a espacios para desarrollar sus habilidades de lenguaje escrito. Leer requiere el desarrollo de buenos hábitos lectores: leer a diario y disfrutarlo. Si esto no sucede en el hogar y tampoco se promueve en el aula, la lectura no se desarrolla de manera fluida y los estudiantes leen sin profundizar en el significado del texto ni en la intención de quien lo escribe.
En Costa Rica, las deficiencias en la enseñanza de la lectoescritura se evidencian en los resultados obtenidos en las pruebas PISA, que miden un conjunto de habilidades de los jóvenes entre 15 y 16 años en tres áreas: matemática, ciencias y comprensión lectora. Alrededor del 60% de los estudiantes muestra bajos desempeños, y el análisis en detalle muestra un déficit en las tareas que requieren síntesis y comprensión de textos. En primaria se aplican pruebas de habilidades, realizadas por la UNESCO para toda América Latina, que arrojan las conclusiones similares: los estudiantes son capaces de realizar tareas básicas de decodificación y lectura de textos simples, pero no logran comprender e interpretar lo que leen.
Los problemas de bajo rendimiento que muestran los estudiantes en el país están asociados a un inicio tardío del proceso de lectoescritura, pero las consecuencias van más allá. La falta de condiciones señaladas no permite abordar la lectoescritura como un proceso paulatino vinculado al disfrute, en la que los estudiantes se apropien de él como una capacidad que les permite acceder a nuevos conocimientos y soluciones para los problemas que enfrentan.
Si el país busca trazar rutas hacia un desarrollo sostenible, es necesario potenciar las capacidades de su gente, a través de más y mejor educación. Para lograr que las oportunidades sean aprovechadas, es preciso contar con personas autónomas, críticas y capaces de aprender, habilidades que busca el sistema educativo y que pueden desarrollarse más fácilmente cuando las personas con capaces de leer y disfrutan las posibilidades que este ejercicio les ofrece.
Bibliografía:
Programa Estado de la Nación. 2017. Sexto Informe Estado de la Educación. San José: PEN
Rodino, A.M. 2016. Aportes de investigación y buenas prácticas respecto a las condiciones propicias para promover el desarrollo de la lectoescritura emergente en preescolar. Ponencia preparada para el Sexto Informe del Estado de la Educación. San José: PEN.