La portada del trigésimo Informe Estado de la Nación (2024) adapta un cuadro pintado hace más de 150 años por el pintor francés Jules Lefrevbre. El cuadro se llama “La verdad”.
La verdad, una mujer, tiene un espejo para alumbrar la oscuridad. Ese espejo simboliza el conocimiento. Y la venda, agregada por nosotros, se está cayendo de sus ojos.
Esta es la idea principal de la portada: hay que abrir los ojos. Urge abrirlos, pues no todo lo que aparenta ser real, lo es.
Para saber lo que es verdaderamente real está el conocimiento, que es saber basado en evidencias. No en prejuicios, en rumores, ni en insultos. En evidencia, en datos verdaderos.
La portada del trigésimo Informe aprovecha el hito simbólico de que el Programa Estado de la Nación cumple tres décadas para reafirmar la necesidad y vigencia de su misión básica: dar información oportuna y veraz a la ciudadanía para elevar la calidad de su participación en la deliberación y conducción de los asuntos públicos.
Es un “statement” que comunica la razón por la cual, hoy, usar el conocimiento para empoderar a la ciudadanía es, también, un acto que reta las maquinaciones que procuran envolverla en el mundo de la posverdad. Vivimos envueltos en representaciones que parecen reales y esa apariencia de realidad nos atrapa dentro de hilos o la oscuridad que otros han creado procurando ejercer poder e influencia sobre nuestras decisiones.
¿En qué lugar termina la realidad y empieza la fábula? ¿Cuándo la fábula no es real? La sociedad costarricense ha ido perdiendo algo esencial para el funcionamiento de la democracia: un parámetro compartido sobre lo que es verdadero.
Un parámetro de este tipo permite a la ciudadanía ejercer escrutinio público y debatir honestamente sobre el rumbo del país. Cuando todo puede ser, o no serlo, la cosa se traslada al terreno inconmensurable de los conflictos por la fe verdadera. O del autoengaño. De ahí la importancia del conocimiento que el Estado de la Nación procura cuidar y compartir.
No somos los únicos que generamos conocimiento. Ni pretendemos serlo. La academia científica es ancha y profunda. Procuramos, sí, contribuir con conocimiento oportuno y pertinente.
La portada del trigésimo Informe no es una metáfora visual sobre la coyuntura sobre el país o sus desafíos, como ha ocurrido en otros años.
Alude a una cuestión más profunda, ontológica, de lo que nos jugamos hoy en día. Sin parámetros de verdad, la democracia es imposible, se cancela la participación ciudadana en los asuntos públicos, la razón de existir del Programa Estado de la Nación.
El conocimiento es antídoto a las fabulaciones del poder. Opuestos a la fabulación desde el Poder, están los criterios de la verdad basados en evidencia cuidadosamente recolectada. Este es remedio para romper con representaciones de la realidad que, sin la herramienta del conocimiento, nos gobiernan.
Estas reflexiones se conectan con preocupaciones que nacen desde la historia profunda.
La importancia del conocimiento y la batalla contra las representaciones de la realidad con las cuales los dioses atrapan a los humanos se encuentra presente, por ejemplo, en el mito griego de Prometeo.
Prometeo es un titán, hijo de titanes, encadenado y sometido a un tormento diario por órdenes de Zeus, el dios padre de los dioses y de los humanos, por haber robado a los dioses el secreto del fuego y conocimiento y compartirlo generosamente con la humanidad. Además, abre a la humanidad el acceso al conocimiento, hasta entonces reservado para los dioses. Este acto da origen de la civilización. Con todo, Prometeo procede cautamente porque quita a los humanos el conocimiento sobre el futuro y les deja, a cambio, la esperanza.
En este escenario, el fuego es hogar y el conocimiento capacidad de construir una sociedad. El fuego vence la oscuridad y permite el florecimiento humano. Prometeo es el actor que trae el fuego, es la fuerza matriz que hace posible, pero no guía, ese florecimiento. Zeus es el poder que subyuga y, como es invisible a los mortales (cuando quiere), los envuelve en la realidad que él estipula que los demás vean. Mucho tiempo después, Hércules, semidios e hijo de Zeus, libera a Prometeo de sus cadenas y mata el águila que cada día comía su hígado. Por razones distintas (según la versión mitológica que se analice) Zeus no impide esta liberación.
La humanidad vive un momento difícil y extraordinario. Nuestro país también. Nos estamos jugando nuestro futuro. Mayor entonces es la necesidad de conocer con datos verdaderos lo que está pasando, de no permitir que las apariencias y prejuicios nos hagan tomar malas decisiones.
Este es el momento de la verdad.